SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La puerta era de cristal y se veía todo desde afuera, pero desde adentro la gente del equipo de Hipólito Mejía no alcanzaba a notar que unos cuantos curiosos los estaban mirando.
Observar a los políticos a través de una transparencia se asemeja a ver una película muda, cuyo argumento solo puede adivinarse a través de los gestos.
Si bien es cierto que los hipolitistas no podían proclamarse ganadores de la convención del PRD, no es menos cierto que supieron como celebrar "su triunfo" a discreción en un edificio de la avenida Sarasota con Privada.
Hubo vino. Abrazos. Discretos brindis. Y francas carcajadas. Nada se podía escuchar desde fuera, pero por la forma de actuar de los presentes, nadie habría dudado que se tratara de una fiesta. Selecta, pero fiesta al fin.
Al fondo del salón, Hipólito Mejía hablaba por el celular y sonreía. Se movía por la sala y gesticulaba. Apenas cerraba el teléfono, entraba otra llamada, de manera que siempre estaba conversando por el móvil. Hasta que en un momento, al parecer, se cansó y entregó el teléfono sin mirar a quien.
Díaz Morfa, el jefe de su escolta, tenía en la mano un papel -¿los resultados de la convención?- que llamó la atención de dos de los seguidores.
En poco tiempo, el papel fue a dar a manos de Mejía, y alrededor de él se formó un círculo. Por sus gestos, parecía que "lo que dice el papelito" les agradaba.
En unos minutos, el grupo se disolvió. Y en el rostro de los seguidores del ex presidente no había visos de preocupación. Todo lo contrario, se daban palmadas en la espalda, se abrazaban y, de vez en cuando, chocaban las palmas entre sí.
Rafael -Fello- Suberví fue uno de los más efusivos. Con su camiseta verde, era fácil distinguirlo entre tantas camisas blancas. Antes de entrar, los periodistas le habían preguntado su apreciación de los comicios internos y él contestó: "Los ganadores no hablamos".
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